Los investigadores elaboraron un cuestionario para los padres a fin de recoger los hábitos y horas de sueño nocturno de sus hijos y, paralelamente, valoraron una serie de competencias académicas: comunicativas, metodológicas, transversales y específicas. De este modo, explica Cladellas, observaron que «un 69% de los estudiantes regresan a casa tres o más días a la semana después de las nueve de la noche o se acuestan al menos cuatro días semanales después de las 11 de la noche».
Además, constataron que el déficit de horas de sueño y los malos hábitos produjeron efectos negativos especialmente en las competencias más genéricas (comunicativas, metodológicas y transversales), fundamentales para el rendimiento académico.
No obstante, en algunas competencias específicas, más relacionadas con aspectos cognitivos como memoria, aprendizaje y motivación, el efecto es menor y se ven alteradas sobre todo por pautas de sueño irregulares. De ese modo, la falta de horas de sueño distorsiona el rendimiento de los niños en el conocimiento lingüístico, en las reglas gramaticales y ortográficas, así como aspectos claves en la organización y compresión de textos. «Son competencias básicas, de manera que si el alumno, debido a una falta de sueño, desarrolla problemas en este aspecto, puede repercutir en todas las materias», explica Cladellas.
Los autores concluyen que mantener una higiene de sueño adecuada a esta edad contribuye al desarrollo cognitivo positivo y sugieren el desarrollo de programas de prevención al respecto que empiecen por concienciar a los padres y maestros. «Existe una gran preocupación porque los niños están muy pegados a la televisión, a las máquinas, a los videojuegos, pero no se le da la misma importancia a que tengan el hábito de irse a la cama siempre a la misma hora», concluye Cladellas.